Cuando todo esto pase, ¿nos habrán enseñado el valor de la formación a distancia?
Hace ya algunos años que la formación online se estaba preparando para la “nueva normalidad”. Incorporando variedad de modalidades que permitieran una experiencia similar a la formación presencial, para evitar barreras de todo tipo. Aun así, la gran mayoría sentía reticencias a la hora de apuntarse a una experiencia de este tipo. Porque siempre se defiende la naturaleza social del ser humano que, ante la elección, prefiere ser radical y anecdóticamente escoger grises.
El repunte del interés por los cursos online corrobora el cambio de paradigma. Este cambio se ha vivido en las últimas décadas respecto al modelo de educación clásico, el presencial. La revolución tecnológica, iniciada a mediados de los años 90, ha permitido que, en muy poco tiempo, miles de años de conocimiento académico estén al alcance de cualquier persona que disponga de un ordenador con conexión a internet.
Lo que nos ofrecía ya la formación online
Podemos encontrar infinidad de cursos online con modalidad asíncrona que permite a una mayor cantidad de público formarse. No solo por la variedad de precios que se pueden encontrar en plataformas de formación online. Sino además porque al estudiante encuentra la posibilidad de consumir la información cuando lo desee, independientemente de horarios. Poco después comenzó a mejorar la formación síncrona permitiendo al estudiante disfrutar de una experiencia similar a la formación presencial. Con la retransmisión de clases en directo el alumno podía interactuar a tiempo real con el formador y compañeros.
Pero entonces, ¿por qué seguíamos escuchando?:
“ya, pero no es lo mismo”
Es frase lapidaria que tanto nos ofendía a los que defendíamos la formación online. Probablemente porque tenían razón, porque no es lo mismo y ahí residía el kit de la cuestión. Pretendíamos transmitir que la formación online asíncrona era lo mismo que la formación presencial. Cuando podía llegar a tener la misma calidad, pero otros valores diferenciales que hasta ahora no habíamos apreciado. Aún no le habíamos permitido mostrarnos sus cualidades.
Durante el inicio del confinamiento muchos de nosotros, los más pequeños los primeros, paralizamos nuestras clases por la imposibilidad de asistir. Incluida yo, defensora acérrima de la formación online. En mi caso paralicé las clases de yoga, creyendo que iba a ser complicado como alumna aficionada recibir correcciones de mi profesora y así se lo transmití.
Pero cuál fue mi sorpresa cuando me comentó que grababa las clases y posteriormente nos enviaba correcciones por WhatsApp para que las aplicáramos en la siguiente sesión.
Mi hijo, de 3 años y medio asiste regularmente a sus clases de música y expresión corporal todos los jueves. Pese a que su padre creía que; Un niño de su edad iba a ser incapaz de prestar atención a un medio al que no está acostumbrado como es una pantalla. De nuevo nos encontrábamos ante creencias basadas en lo que conocíamos, la presencialidad.
Pero eso ha cambiado a base de fuerza. Y es muy probable que muchas de las nuevas reglas y necesidades de lo que se ha acordado llamar en los medios “nueva normalidad”, se queden con nosotros.
Este es un ejemplo más de los muchos que tras dos meses de confinamiento hemos podido observar. Viendo como cientos de profesores han tenido que reinventarse y aprender a ser Youtubers en potencia para captar la atención de sus estudiantes, cada cual más complicado, desde niños de 3 años a adolescente de 14.
A pesar de tratarse de una formación a distancia, la figura del docente sigue teniendo un papel clave. Los profesores están cada vez más obligados a reinventarse, y ahora más que nunca para adaptarse a las nuevas tecnologías y crecientes necesidades de sus alumnos.
No debemos pretender hacer apología de estas nuevas maneras de aprender y tampoco nadie pensará que la formación presencial está de capa caída. Volverán los colegios, las universidades y las clases de Yoga. Pero debemos reflexionar porqué seguimos formándonos aún en cuarentena y asumir que la formación fuera de las aulas es productiva de igual manera. Solo necesitamos encontrar un porqué, ya sea el precio o la imposibilidad de desplazarse con la perdida de tiempo que ello supone.
¿Hemos aprendido a valorar la formación a distancia?
Me atrevería a decir que con el paso de las semanas nos hemos acostumbrado a estar detrás de las pantallas; Sintiéndonos cómodos en reuniones, charlas, webinars y clases. Es una realidad que aprendemos mejor con aquello que nos genera interés y curiosidad.
Cuando nuestras mentes se enfrentan a una situación placentera, las catalogamos en la memoria como importante. Frente a experiencias tediosas y rutinarias que tenderán a ser olvidadas con mayor facilidad.
En este caso, ya fuera por evadirnos, por sentirnos seguros teletrabajando en casa. O porque simplemente habíamos aceptado que esto tenía que entrar en nuestras vidas antes o después, se nos ha dado muy bien.
Seguramente de manera intermitente y con un consumo más bien bajo. Seguiremos formándonos a distancia. Y será un porcentaje mayor de la población la que lo haga y lo más importante; Las nuevas generaciones ya lo han probado y saben que funciona si se hace bien.
Aquellos que formamos parte de DEXS Digital Experience School llevamos años apostando por el valor de la formación a distancia. Cada día descubrimos nuevas formas de mejorar la calidad de nuestros proyectos; Para que esta tendencia que la pandemia nos ha obligado a asumir siga creciendo y se quede con nosotros no solo en la “nueva normalidad”.
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